En la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM cuatro de cada diez alumnas, trabajadoras, administrativas y profesoras han sufrido acoso y hostigamiento sexual. El acoso sexual en la UNAM permanece invisibilizado e impune, pues los mecanismos de atención y prevención de la institución máxima de estudios del país no son adecuados.
Hace unos meses la institución realizó una investigación para conocer el panorama del acoso sexual en la UNAM. Los resultados evidenciaron que es una problemática en ascenso, que no ha sido atendida adecuadamente y que continúa invisibilizada, pues como sucede con el resto de expresiones de violencia sexual en México, las mujeres prefieren no denunciar antes que enfrentarse a un sistema que las revictimiza y que no les garantiza el acceso a la justicia.
Acoso sexual en la UNAM: Desde imágenes hasta hostigamiento sexual
La investigación se realizó para que la UNAM conociera las dimensiones de la problemática a atender. A partir de un cuestionario sondeó sobre las prácticas de acoso sexual más comunes en la universidad. Se identificó que aunque también los hombres han experimentado este tipo de violencia, como sucede en otros ámbitos, son las mujeres las principales víctimas de acoso sexual en la UNAM.
Las formas en las que se manifiesta el acoso sexual son diversas, van desde carteles, pintas, fotografías y otras imágenes de carácter sexual hasta el uso de la fuerza física para obligar a alguien a tener relaciones sexuales, es decir violación; pasando por “bromas” o preguntas sobre su vida sexual, hasta amenazas si no se accede a conductas sexuales.
Las cifras son alarmantes, un promedio de 38,9% de las investigadoras, profesoras, técnicas, alumnas y administrativas reportaron haber sufrido algún acto de hostigamiento o acoso sexual. Las que presentan mayor incidencia de estos actos de violencia son las trabajadoras administrativas (59,3%), seguidas de las alumnas (49,3%), y las profesoras de asignatura (45,8%).

Mecanismos de atención y prevención insuficientes
Este no es un problema nuevo en la institución. Ya en 2013 la UNAM recibió una recomendación de la CNDH por un caso de acoso en una preparatoria, donde un profesor solicitó a una estudiante favores sexuales para obtener una buena calificación.
Ante este panorama, en 2016 la UNAM decidió sumarse a las campañas internacionales por la igualdad de género. En dicho año publicó el Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género en la UNAM. Durante cuatro meses impulsó una campaña para difundir el protocolo como un mecanismo claro de actuación ante estos casos y aprovechó para generar conciencia en la comunidad universitaria sobre la problemática.
Sin embargo, según casos documentados de acoso sexual en la UNAM el protocolo no ha sido suficiente para atender o prevenir la problemática y el acoso sexual sigue siendo una realidad cotidiana. Además, la UNAM continúa solapando a profesores que han hostigado sexualmente a alumnas y la comunidad responsabiliza a las mujeres del acoso del que son víctimas.
El caso más grave es el feminicidio de Lesvy, cometido en mayo de este año en las instalaciones de Ciudad Universitaria. Ante el cual, a pesar de las exigencias ciudadanas, las autoridades de la UNAM no se posicionaron de manera enérgica, ni exigieron una investigación con perspectiva de género que respetara la dignidad de la víctima. Además, cuando el movimiento feminista exigió que se catalogara el caso como feminicidio, la comunidad universitaria se escandalizó más por las pintas realizadas en las instalaciones que por la magnitud del crimen.
Esta situación nos hace preguntarnos si las instituciones académicas que están formando a las nuevas generaciones tienen la capacidad real de formar a seres humanos íntegros y responsables, respetuosos de los derechos humanos o solamente a profesionistas de calidad.