Angustiado anti-abortista,
Recuerdo la primera vez que creí estar embarazada. Tenía 18 años y estaba comenzando la universidad. Había tenido relaciones sexuales con un chico a quien poco le interesaba: habíamos sido novios por muy poco tiempo (¡solo dos semanas!) y, varios meses después de terminar, yo seguía pensando en él. Lo que es peor: lloraba por él e imaginaba formas de volver a conquistarlo.
En el poquísimo tiempo en el que fuimos novios no tuvimos relaciones sexuales y yo, tal vez tanto como él, quería tenerlas. Así que cuando se dio el momento, mis padres no estaban en la casa y ambos estábamos un poco tomados, tuvimos nuestra “primera vez”. Y después de esa vez, siguieron varias veces y yo, con cada una de ellas, esperaba que en algún momento pudiéramos volver a intentar estar juntos. Qué baja autoestima tenía, y qué insistente fui con él.
Hubo un mes en que no tuve la regla. Le escribí un mensaje de texto diciéndole que no me llegaba. Él nunca contestó. Yo apenas iniciaba la universidad y no me imaginaba dedicándome a la maternidad. Además, me daba pavor la reacción de mis padres.
«Él nunca contestó. Yo apenas iniciaba la universidad y no me imaginaba dedicándome a la maternidad«
Esto sucedió en el año 2008. En el 2006 el aborto había sido parcialmente despenalizado en Colombia, pero yo no tenía claro en qué circunstancias podía tener un aborto legal. Si algo, creía que debía recurrir al mercado negro y buscar alguien que pudiera realizarme un aborto. Sin saber de sus habilidades para hacer este tipo de procedimientos, habría tenido que confiar en él y buscar dinero para pagarle.
Probablemente, hubiera padecido alguna consecuencia de un procedimiento mal realizado. Pude haber sido una de las 6.9 millones de mujeres que, de acuerdo con el Guttmacher Institute, son tratadas por complicaciones de un aborto inseguro cada año.
Angustiado antiabortista, busqué por varias páginas de internet formas de abortar. Encontré unas que vendían un medicamento que se llamaba Cytotec®, con el que podía interrumpir un embarazo. Parecía una buena alternativa, aunque podría resultar costosa: si estos medicamentos no funcionaban, ¿tendría que volver a tomar otra dosis? ¿Cuánto tendría que pagar por ello?

«Encontré unas que vendían un medicamento que se llamaba Cytotec®, con el que podía interrumpir un embarazo «
Tal vez me hubiera pasado lo que le ocurrió a Paula, una mujer venezolana que conocí hace unos meses, a quien estas pastillas no le funcionaron, y tuvo que venir a Colombia a interrumpir su embarazo. O lo que le ocurrió a Andrea, quien un mes después de haber utilizado estas pastillas, supo que no le habían funcionado: seguía estando embarazada.
Angustiado anti-abortista, supongamos en que yo, a pesar de no tener independencia económica de mis padres, de estar comenzando la universidad y de ser madre soltera hubiera querido continuar el embarazo.
¿Usted, que tanto está en contra del aborto, me hubiera apoyado con la crianza de mi hijo?, ¿me hubiera apoyado en la alimentación, en la educación y en el tiempo que tendría que dedicarle? ¿Me hubiera ayudado a que mis padres me apoyaran con la crianza de ese bebé, mientras que yo trataba de avanzar en mis estudios universitarios?
Sé que su angustia frente al aborto se debe frente al terror que le produce que una mujer opte por interrumpir un embarazo. Para usted, a pesar de mis logros y mis experiencias personales, la vida del feto tiene más valor que la mía. Mi libertad, mi vida y mis derechos no son iguales a los de él -a pesar de que no ha nacido.
Para que las mujeres no abortemos, personas como usted han presionado a políticos y gobiernos. Hoy, en El Salvador, veinte mujeres cumplen condenas en prisión por haber abortado. Angustiado anti-abortista, ¿usted cree que las mujeres deberían estar en prisión por esto? ¿Cree que todas las mujeres que usted conoce y que sabe que han abortado -incluyendo su madre, su hermana, sus primas, abuelas y amigas, deberían estar en la cárcel?
«Hoy, en El Salvador, veinte mujeres cumplen condenas en prisión por haber abortado»
Y no solo usted y su grupo han hecho que el aborto siga siendo penalizado en varios países de Latinoamérica, sino que, en los países en donde es legal, se manifiestan frente a las pocas clínicas que proveen este servicio de manera legal y segura. Sé de mujeres a quienes en estas manifestaciones ustedes les han llegado a interceptar el celular solo para “convencerlas” de no abortar. También sé de una mujer, Ximena, que solicitó una cita en una página de internet que, supuestamente, brindaba servicios de aborto.
Cuando asistió, se encontró con una mujer canosa, amargada y agresiva que le presentó videos escalofriantes y exagerados sobre el aborto. Le dijo que, si abortaba, haría que perdiera la custodia de su hija, de tan solo dos años. Personas como usted le dijeron esto a Ximena a pesar de que ella podía acceder a un servicio legal, gratuito y seguro en su país, Colombia.
Angustiado abortista, me pregunto por qué no responde con la misma furia y frustración a la defensa de los derechos de las niñas y los niños que viven en situaciones de pobreza extrema, quienes mueren a causa de las inequidades sociales y a la contaminación en el planeta.
Unos días después de haber buscado alternativas para abortar, compré una prueba de embarazo: no podía seguir padeciendo la angustia de no tener la regla. Recogí mi orina y puse una muestra de ella sobre una prueba de embarazo. Contabilicé cinco minutos -que me resultaron eternos. Apareció una línea… y la otra, por fortuna, nunca apareció. El resultado de la prueba fue negativo. Hoy, casi doce años después de esta experiencia, no he tenido un aborto. ¿He tenido más sustos de embarazo? Claro que los he tenido. ¿He tenido claro qué haría si quedara en embarazo? Sí, definitivamente abortaría.
«Una cosa es estar contra el aborto y otra forzarme a ser madre cuando no lo quiero.»
Angustiado antiabortista, una cosa es estar contra el aborto y otra forzarme a ser madre cuando no lo quiero. Yo no abogo para que usted no profese su religión, para que deje de ir a la iglesia, o para que deje de manifestar su posición. Siéntase libre de estar contra el aborto, pero no me quite a mí el derecho de recurrir a él.
No se me ocurriría a mí programar una cita con usted diciéndole que vamos a hablar sobre la religión, y luego lo amenace de quitarle la custodia de sus hijos. Tampoco le interceptaría el celular, ni le haría ver videos sobre las atrocidades que se han cometido en nombre de la iglesia -que son varias.
En mi libertad y mi autonomía reposa mi absoluto derecho a decidir cuándo y en qué momento convertirme en madre.