Al hablar sobre el aborto con diferentes personas, seguramente habrás encontrado las que dicen que están de acuerdo con él, pero solo hasta cierto punto. Por lo general, proponen limitarlo hasta las doce semanas o los primeros tres meses de gestación.
Plantean que en este momento, los tres meses, el feto se encuentra en un estado de desarrollo importante, por lo que resultaría alarmante tener un aborto. Es, de hecho, una posición que muchos encuentran comprensible. Lo delicado de este argumento es que pone bastante acento –tal vez demasiado, en el feto e invisibiliza a la mujer en cuyo cuerpo está sucediendo el embarazo.
Hace unos años, esa era mi posición. Aunque estaba a favor del aborto, me resultaba inquietante que una mujer decidiera interrumpir su embarazo después de los tres meses. Inquietud, además, que resultaba de una idea difundida acerca de la formación del feto, la cual sugiere que después del primer trimestre se trata de algo más que un embrión.
Mi apuesta ahora es por hacer visibles las circunstancias por las cuales pasan las mujeres que tienen un aborto después de los tres meses. Y es que los juicios que la sociedad ha elaborado palidecen ante las historias de estas mujeres. Precisamente porque fueron sus historias las que me llevaron a cambiar de posición, quiero compartirlas en este espacio.
Tratan de mujeres a quienes entrevisté en Colombia en el año 2018. En los párrafos que siguen abordaré tres de sus casos –los nombres que utilicé no corresponden a sus nombres reales de personas que necesitaban abortar con más de tres meses de gestación.
Las fallas en el uso informal del misoprostol
Tal vez hayas escuchado de una pastilla abortiva llamada misoprostol cuyo nombre comercial más conocido es Cytotec®. Sin duda, esta pastilla ha vuelto los abortos menos riesgosos y más accesibles: muchas mujeres alrededor del mundo pueden interrumpir un embarazo de forma segura con su uso. Como sucede con todos los medicamentos, su eficacia no es total. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el misoprostol es desde el 75% al 90% efectivo para interrumpir un embarazo antes de las nueve semanas de gestación y, si se usa en combinación con la mifepristona, su efectividad puede aumentar al 98%.
Existen diferentes personas que lo comercializan: desde clínicas y hospitales estatales hasta vendedores que lo distribuyen informalmente por internet, farmacias y las calles. Para aquellas mujeres que viven en países donde el aborto es penalizado, estos vendedores son una de las pocas alternativas para interrumpir un embarazo.
Tal fue el caso de Noelia quien compró unas pastillas de misoprostol a un vendedor informal. Las pastillas le produjeron los síntomas que esperaba: tuvo cólicos, sangrado y expulsó algunos coágulos. Creyó entonces que había tenido una interrupción exitosa. Sin embargo, con el paso de los días volvió a tener mareos y náuseas. Prefirió no tomar un test de embarazo porque saldría positivo; y es que luego de tener un aborto es normal que éste sea su resultado, puesto que la hormona del embarazo, gonadotropina coriónica, continúa en el cuerpo por varias semanas. Esperó entonces poco más de un mes para tomarlo y comprobó que las pastillas no habían funcionado y que su embarazo había continuado.

Si falla el misoprostol, ¿puedo abortar pasadas las 12 semanas?
Tuvo que tomar una ecografía para confirmar la edad gestacional en la que se encontraba. Desde que usó las pastillas de misoprostol hasta que comprobó que no habían funcionado su embarazo había pasado de nueve a catorce semanas. En esa etapa de la gestación el misoprostol no funcionaría con la misma efectividad y encontrar un prestador de salud que le realizara un procedimiento de interrupción del embarazo seguro en su país, Venezuela, era difícil pues allí el aborto es permitido únicamente para salvar la vida o la salud de la mujer.
Noelia buscó información por internet y encontró una clínica en Colombia en donde le podían prestar este servicio. Estaba dispuesta a viajar, pero no tenía los recursos suficientes para pagar por ello. Tuvo entonces que tomar dinero prestado, y ahorrar dinero de su trabajo para costear los gastos de este viaje. No fue una labor fácil: le tomó tiempo obtener estos recursos, cerca de tres semanas, las cuales se sumaban al tiempo de gestación. Así, pasó de catorce a diecisiete semanas –un poco más de cuatro meses de embarazo. Finalmente, llegó en compañía de su pareja a Colombia y pudo obtener un aborto legal y seguro.
Una confirmación tardía del embarazo
Cuando entrevisté a Martina, se había enterado de su embarazo una semana atrás. Durante los últimos meses había experimentado malestares estomacales, por lo que fue al médico pensando que se trataba de una enfermedad gástrica.
Le tomaron exámenes rutinarios -entre los que no se encontraba un test de embarazo, y le indicaron seguir una dieta alta en fibras porque parecía tener un problema en el colon. Con el paso del tiempo, y a pesar de seguir las indicaciones del médico, Martina no mejoraba: su estómago parecía cada vez más inflamado y su sistema digestivo más lento. Estar embarazada simplemente no era una posibilidad: utilizaba dos métodos anticonceptivos hormonales: inyecciones trimestrales y, como estaba siguiendo un proceso para tratar unos quistes en sus ovarios, también utilizaba pastillas anticonceptivas. Regresó al médico porque sus síntomas no mejoraban y en esta ocasión (¡por fin!) le tomaron una prueba de embarazo. El resultado fue positivo: tenía cinco meses de gestación.
Aborto por malformaciones fetales
Carla llevaba seis años esperando tener otro hijo. Tanto ella, como su pareja, y su hija querían un nuevo integrante en la familia –así que celebraron la noticia de un nuevo embarazo. Carla, como muchas mujeres que tienen un embarazo deseado, asistió a cada uno de sus controles prenatales. Solo fue hasta que tuvo cuatro meses –que equivalen a 16 semanas de gestación, que le indicaron que el feto tenía una malformación incompatible con la vida fuera del útero.
Esto significaba que tan pronto como naciera, moriría. Se trataba de anencefalia, una condición que se detecta en el segundo trimestre de gestación y que afecta gravemente el desarrollo cerebral del feto.
Carla siguió entonces el proceso indicado por el gobierno colombiano para tener un aborto legal. A pesar de que distintas instancias gubernamentales han reglamentado la provisión de este servicio, las mujeres en Colombia enfrentan varias barreras cuando intentan acceder a él.
De hecho, Carla tuvo que esperar dos semanas para que algún hospital en Bogotá atendiera su caso. En uno de incluso le indicaron que no podían realizarle este procedimiento porque se trataba de una institución católica. Cuando finalmente pudo acceder a un servicio legal, tenía 18 semanas de gestación.